El Camino de Santiago atraviesa Castilla

Casi no se ven dos caminantes que avanzan hasta Santiago, por las tierras de Castilla, en verano. Es como un río seco que atraviesa los rastrojos y las tierras de girasoles. Me pregunto quién serían esas dos personas y qué habrá sido de ellos, por qué caminos andarán ahora. Esta fotografía está sacada desde el castillo de Castrojeriz, un día que subimos mis amigas y yo. 

Foto obligatoria en París

Estaba obsesionada con subir la torre Eiffel andando, las trescientas y no sé cuantas escaleras que creo que tiene. Menos mal que al final la mayor parte no se podía subir más que en ascensor, porque mi padre en esas cosas me sigue la corriente y había dicho que, si se podía, subiríamos todas las escaleras. El espectáculo desde arriba era increíble, porque París es una ciudad preciosa, con las calles perfectas y con muchos parques y grandes edificios. 

En Helsinki, con Paavo Nurmi

Cuando yo estuve allí, nada sabía de este señor. Mi padre me puso allí para la foto, y me dijo que el estadio de atletismo que había detrás había sido el escenario de uno de los primeros campeonatos mundiales de atletismo. 

Así que he ido a Wikipedia a informarme sobre este señor: Conocido como el "Finlandés volador", dominó en las pruebas atléticas de inicios del siglo XX. Nurmi estableció 22 plusmarcas mundiales oficiales en distancias que van de los 1500 metros a los 20 kilómetros y ganó un total de nueve medallas de oro y tres de plata en los 12 eventos olímpicos en los que participó. En su mejor momento, Nurmi defendió exitosamente el título en las pruebas de 800 metros en adelante durante 121 carreras. En sus 14 años de carrera, se mantuvo invicto en los eventos de campo través y en los 10 000 metros. 

La hierba y la piedra


Lo que más me impresionó de las gradas de este estadio romano fue comparar la eternidad de la piedra con la hierba que nacía entre ellas, y que dura tan poco. La hierba, tan blanda, y la piedra, tan dura. Afrodisias es una antigua ciudad romana en el interior de Turquía, que conserva muchos edificios. Pero el más impresionante, porque es muy fácil imaginarse al público romano sentado en sus gradas, es su gran estadio. 

Canto a la simetría

Esta fotografía me encanta. No solo porque estoy con una buena amiga pasándolo genial, sino por su simetría. El músico nos saluda con un brazo levantado, y mi amiga le saluda a él con el otro. Los focos de luz también salen a izquierda y derecha, acompañando a nuestros brazos. 

Duelo fotográfico


Aquí estoy en el teatro romano de Termesos, en Turquía, en un viaje que hicieron mis padres y mis amigos, según ellos, a la Antigua Jonia. Según ellos, ese lugar no había tenido ninguna restauración, y la verdad es que era muy difícil llegar hasta allí, con un calor terrible. El teatro estaba como si hubiera habido un terremoto y todas las piedras estuvieran descolocadas. 
Aquí mantengo un duelo fotográfico con un primo de mi padre, pero he buscado esa foto y no la he encontrado. 

Castilla


Mi padre es de un pequeño pueblo de Castilla, cerca de Tierra de Campos. Es un pueblo que vive sobre todo de la agricultura. Bueno, en realidad ya quedan pocos agricultores, y de lo que vive la mayoría de sus pocos habitantes es de sus pensiones. 

Hay mucha gente en Asturias que me dice que el paisaje de Castilla es feo, tan llano, sin bosques ni montañas. Sin embargo, a mí me gusta mucho, precisamente porque está siempre cambiando. En Invierno las tierras están como muertas, sin ninguna planta, de color marrón. Pero en primavera están verdes, porque empieza a crecer el cereal (trigo, cebada, avena). En verano se pone todo amarillo, y después de cosechar, el paisaje de la fotografía, los rastrojos. A mí y a mis amigas nos encantaba acampar en un rastrojo. 

Pero es que también hay otros cultivos, la remolacha, la alfalfa, siempre verdes, y mi favorito, el girasol, que es espectacular, como se ve en esta otra foto. En fin, creo que no es muy justo decir que el paisaje de Castilla es monótono y triste. 

En los templos del fútbol


Aquí estoy con mi prima Paula en el banquillo del Real Madrid, en el estadio Santiago Bernabéu. Aunque el fútbol no me apasione, tengo dos equipos que me gusta que ganen, el Real Madrid y el Sporting de Gijón. Un día que estuvimos en Madrid, hicimos el tour del Bernabéu, y fue emocionante pisar el césped del estadio (un poquitín), sentarse en la sala de prensa, ver las copas de Europa (ahora hay alguna más).

Al Molinón he ido más veces (incluido algún partido cuando subió a primera división). Aquel día hubo una alegría enorme. La gente se llevaba césped del estadio o trozos de la red de la portería. Luego nos fuimos hasta la plaza del marqués. Fue un día muy bonito. 

En Tallín, un poco antes del golpe

Esta foto parece sin ningún interés, pero para mí es muy importante. Estaba en un parque de la capital de Estonia, en Tallín, jugando con un primo mío en un balancín. "Los mayores" estaban viendo un concierto de música tradicional no muy lejos de allí. Pues bien, unos instantes después de que me hicieran esta fotografía me caí del balancín y me rompí el húmero. ¡Menudo daño! El día siguiente llegábamos en avión a Gerona, y desde allí al hospital de Burgos sin parar. Lo bueno es que no hizo falta escayola. En quince días ya estaba bien. De Estonia no me acuerdo casi de nada, menos de ese maldito parque. 

El escenario de la gloria


Aunque el día en que yo estuve en el Soccer City de Johannesburgo aquello estaba totalmente desierto, no me costó imaginarme cómo sería el ambiente el día en que España ganó el mundial de fútbol, la euforia de los españoles que estarían por allí. Pero al verlo todo desértico y un poco abandonado, me dio pena. Johannesburgo es una ciudad gigantesca, con altos edificios en su centro. Y mucho menos bonita que Ciudad del Cabo.

Vivir en el futuro

Es muy difícil saber cómo sera el futuro. Pero cuando hace unos años estuve en Valencia, en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, me pareció que el futuro ya había llegado. Porque si no, ¿qué eran esos extraños edificios posados en el agua? Parecen insectos gigantescos llegados de otros planetas o colonias humanas en el espacio. 

Una aventura inolvidable

A veces uno encuentra la aventura donde menos se lo espera. Este es el río de mi pueblo, que estos días apenas si tiene agua. Pero en el año de la fotografía, en pleno verano, el río bajaba con bastante agua, y bastante limpia. Mi amiga y yo hicimos una balsa con un palé y cuatro pequeños  bidones, y nos lanzamos a explorar el río entre los juncos. Es una de las mejores aventuras que yo recuerdo. La verdad es que allí en los días de verano todos los días eran una aventura. 

Un barco de piedra hacia el Atlántico


La torre de Belém parece un barco de piedra que se dispone a atravesar el océano Atlántico. Porque aunque sea de piedra, es tan delicada, que parece que pudiera flotar, metida ya dentro del mar, como está, en la desembocadura del Tajo. 


Lisboa es una ciudad muy melancólica, llena de pastelerías y cafés, y con un pavimento irregular de piedras negras y blancas. Con gente muy educada y un poco triste. Una ciudad de cuento. 

En la antigua Roma

Si a esta fotografía le quitamos mi sombrero y algunas personas modernas que se colaron, podría parecer que estaba en la antigua Roma imperial. El edificio que está detrás de mí es el famoso Panteón, construido para adorar a todos los dioses. Es un edificio que aparece de repente, a pesar de lo grande que es, porque está en una pequeña plaza. Por dentro no tiene gran cosa, es una cúpula enorme con un orificio redondo en la parte superior por el que entra la luz. 










Fue una tarde muy bonita de un domingo de verano, en la que daba gusto pasear por Roma. En cada plaza o al cambiar de calle aparecía un monumento impresionante. Es lo que tiene esa ciudad. Al final acabamos en la plaza de San Pedro, en el Vaticano, y vimos volver al papa, que venía de pasar el fin de semana fuera. 


Frente al Palacio de Invierno, en San Petersburgo

Pocas ciudades he visto con espacios tan amplios y abiertos como San Petersburgo. Es como si les sobrara el espacio. Luego me enteré que es una ciudad muy reciente, del s. XVIII, lo que explica que se diseñó con un plan en la cabeza. El antiguo palacio de invierno de los zares, que hoy es una parte del gran museo del Hermitage, es un edificio majestuoso y lleno de historia. Tiene un enorme espacio por el lado de la plaza y aún mayor al otro lado, donde esta el río Neva. Con su asalto la noche del 25 de octubre de 1917 por parte de los Bolcheviques (entonces la ciudad se llamaba Petrogrado, y poco después se llamaría Leningrado) se inicia la época soviética en Rusia. Allí nos enteramos de que sólo habían muerto cinco asaltantes, ningún defensor y que la toma del palacio fue casi coser y cantar. La realidad y la leyenda pocas veces se entienden bien. 

En la foto de abajo vemos la plaza del otro lado, a la luz del día. Aún se aprecia mejor el derroche de espacios. 

Vivir en la caldera de un volcán

En el segundo milenio antes de Cristo la isla de Tera saltó  por los aires. Y la caldera se llenó de agua del Mediterráneo. Pasando el tiempo hubo gente que se subió a vivir a la cresta de la caldera, tal vez sin saber que vivían en un volcán. Es la famosa isla de Santorini (nombre derivado de Santa Irene), un lugar casi imposible, donde sus habitantes viven colgados de un enorme acantilado. 

Un destructor de la Primera Orden en Oviedo

Más que una apacible tarde en Oviedo, parece que un enorme acorazado de la Primera Orden está a punto de despegar hacia un remoto planeta. Es sorprendente cómo en nuestra realidad cotidiana aparecen de vez en cuando paisajes de ciencia ficción. 

En el acorazado hay algunos departamentos que están activos (se ven las luces encendidas). Serán malvados guerreros de la Primera Orden discurriendo alguna maldad. También se ve brillar el otro extremo de la nave. 

Y sin embargo, la gente pasea alrededor del Calatrava tan tranquila, o entra a comprar en sus tiendas, como si no pasara nada.